sábado, 29 de marzo de 2008


Esta es mi última foto, sacada ayer 28 de Marzo.
Mañana 30 de Marzo es mi cumple...
Festejo los 27....kilos bajados!! jaja.
Me faltan 14 kg para mantenimiento!!

sábado, 22 de marzo de 2008

La paradoja del cuerpo inadecuado incansablemente mostrado. Parte 8


Mi abuelo Víctor Palacio es una de las personas más importantes de mi vida. Recuerdo que en los años de mi adolescencia, la idea de tener que verlo partir algún día solía ser recurrente, y el hecho de sólo pensarlo me angustiaba terriblemente. Finalmente el destino quiso que fuera su fallecimiento, el más temido por mí, el primero que tuve que afrontar en mi vida, a los 19 años.
El abuelo Víctor era fanático de Carlos Gardel, de hecho poseía una de las colecciones de discos del zorzal más grande de Latinoamérica. Con él mirábamos “Grandes Valores del Tango” y también “Si lo sabe cante”. En algún momento de mi infancia fantaseé con la idea de presentarme en ese programa a cantar un tango. “Melodía de Arrabal” fue el elegido y tomamos tan en serio el cometido que solíamos ensayar exhaustivamente. Luego el proyecto se diluyó pero no sucedió lo mismo con los deseos de mostrar mi arte en un escenario. A los 7 años mi abuela Elcira me llevó a un estudio de baile, su directora Elide Taglioretti dictaba clases de danzas clásicas y españolas. De la mano de ella pisé las tablas por primera vez. Hacíamos presentaciones en las inmediaciones de Bahía (Dorrego, Puerto Belgrano, Tornquist, etc.) y toda la familia, incluidos mi otra abuela (María), mi mamá y mi papá viajábamos con el tutú y los trajes de flamenco colgados en las ventanillas. En ese entonces supe que lo mío era actuar, ya sea bailando, cantando o interpretando personajes.
Si hay algo que debo agradecerles a mis abuelos Elcira y Víctor es la capacidad de escucharme, acompañarme y dejarme intentar, ya que también me llevaban con una férrea constancia a dibujo en la Asociación Artistas del Sur y a patín artístico en el Club Olimpo.
En los últimos años de la escuela primaria, año 1983/ 84, la serie de televisión FAMA me voló la cabeza, y a partir de ahí mis juegos no volvieron a ser los mismos. Me gustaba encerrarme sola en una habitación (“la piecita” le decíamos) situada en el patio de la casa de mis abuelos donde tenía todos mis juguetes, discos, libros y el “Winco” que me había regalado mi abuelo. Allí comencé a jugar a “las audiciones”, tal como veía que lo hacían en mi programa favorito. Poco tiempo más tarde “Flashdance” en el cine terminó de completar la tarea, tanto era mi fanatismo que para emular a la protagonista logré que mi papá me comprara la bici de carrera, incómoda a más no poder, pero indudablemente útil a la hora de hacerme sentir en la piel de Jennifer Beals. Quería ser famosa!, eso era un hecho. Quería vivir en los camarines, escuchando aplausos y saludando al público al término de cada función.
En el acto de despedida de séptimo grado convencí a algunos de mis compañeritos, y con el tema principal de Fama hicimos un show en el que yo (of course) era la protagonista. Recuerdo que en ese entonces ya había comenzado a sentirme incómoda con mi cuerpo inadecuado, aún así, y trabándome en lucha conmigo misma, decidí hacer caso omiso a mis inhibiciones y subir a ese escenario vestida con calzas y polainas rayadas.
En el año 88 nos fuimos con mis padres a vivir a Mar del Plata, fue allí donde a los pocos meses de estar instalados llegó mi oportunidad en televisión. Y ahí estaba yo, con mi cuerpo siempre estorbándome, pero conduciendo un programa infantil y exhibiéndolo a una audiencia incalculable. Luego vino el teatro y la consagración de mi veta actoral con un título que la avaló: la tecnicatura en teatro, carrera que estudié a mi regreso en el año 2000 en la Escuela Provincial de Teatro de Bahía Blanca. Qué extraña paradoja la que me llevaba a desear la exposición pública mientras que en mi interior sufría invariablemente cada vez que tras bambalinas esperaba mi turno para salir a escena. Ver las fotos y los videos de las funciones era lo peor que podía sucederme, buscar la ropa que cubra lo indisimulable se tornaba doloroso, desgastante y poco posible. Cómo podía pretender ocultar un cuerpo enorme en un escenario, nada más y nada menos?. Ahora que lo analizo, siento que mi esperanza (completamente absurda por cierto) se centraba en pensar que los espectadores podían abstraerse de mi anatomía y detenerse a observar la actuación. Sin lugar a dudas, esa fue la reflexión que pudo sostener mi permanencia en la carrera. Claro que en los períodos en los cuales la dieta de moda mostraba algunos magros resultados mi ánimo repuntaba y el personaje a abordar recibía los beneficios de un efímero brillo y una lucidez prestada....
La historia continúa así...
A fines de 2006 una compañera de elenco de “Venecia” me llamó para decirme que un director quería incluirme en un elenco que estaba armando. La obra era “La Casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca y en un principio me ofrecieron el personaje de Magdalena, una de las cinco hijas de Bernarda. Las incursiones en el escenario eran mínimas y la letra escasa, en síntesis poca responsabilidad, lo cual me venía como anillo al dedo ya que mi estado físico era deplorable y como siempre no me sentía en condiciones de estar demasiado expuesta. Con el correr de los ensayos las cosas se fueron complicando para algunas de las otras actrices, que por problemas personales debieron abandonar la propuesta. En un momento quedé con dos papeles (el que me habían dado originalmente y otro más comprometido) hasta que finalmente la providencia volvió a desafiarme y las circunstancias se acomodaron de modo tal que me dejaron frente a frente con uno de los roles protagónicos: iba a ser “la Poncia”, el ama de llaves de Bernarda, siempre presente en escena y poseedora de una cantidad de letra considerable.
En Marzo de 2007 la encargada de confeccionar los vestidos vino a tomarnos las medidas, recuerdo haberle dicho que tuviera en cuenta que las mismas eran provisorias, ya que para el estreno en Junio tenía pensado bajar unos cuantos kilos. Obviamente esto jamás sucedió y terminé subiendo al tablado del coliseo mayor de la ciudad de Bahía Blanca, el Teatro Municipal, con mi peso máximo. La sala estaba abarrotada, mis compañeras exultantes y yo amargada por tener que mostrarme así. Otra vez en el laberinto, enfrentada a la disyuntiva eterna: cómo salir a hacer lo mío, lo que siempre había anhelado y ahora se materializaba con un cuerpo que no me acompañaba en lo absoluto?. La mezcla de sentimientos era total: por un lado la alegría de estar viviendo un sueño y por otro la certeza de saber lo que el público estaba pensando(?) : por Dios! Pero cómo engordó esta chica!. Hasta me quise morir cuando me enteré que mi suegra y mi cuñada estaban en la platea: NO!... Y YO ASI DE GORRRRDA!.
La escisión de mi personalidad era demasiado penosa y difícil de sostener. Lo más triste de todo esto era que no había solución a la vista… Al menos por el momento….

lunes, 17 de marzo de 2008

Foto movida pero ilustrativa!


Esta foto es para Renata del grupo de Internet "4 ASTERISCOS": ahora que entré al Club de las "viuti" (si, asi se escribe en el dialecto de nuestra tribu) me llaman para ser jurado en concursos de belleza!!!. En este caso fue la Reina de la Fiesta Nacional del Ajo realizada en Médanos, provincia de Buenos Aires, la que me tuvo en la mesa examinadora. De izquierda a derecha aparecen Andrea (concejala), Liliana (reina nacional año 71), el Chaqueño Palavecino y yo. 16/03/08

PD: el club de las "viuti" está conformado por chicas (como Vero, Renata y yo) que pesan menos de 80 pero más de 70!.


viernes, 14 de marzo de 2008


Foto del 20/11/07 en el estudio de LU2 Radio Bahía Blanca.
Con unos cuantos kilos más!
FELIZ CUMPLEAÑOS
DR. RAVENNA!!!!

Muchas veces, a la hora de hacer un regalo de cumpleaños, nos detenemos a recopilar en nuestra mente cuáles fueron los últimos presentes que el destinatario supo entregarnos a nosotros. De esta manera establecemos un parámetro que nos permite halagar al homenajeado en su justa medida. Ni más ni menos.
El punto es: si tuviera que salir a comprarle algo al Dr. Ravenna para entregarle en el día de hoy, cuál sería ese obsequio?, cómo podría equiparar TODO lo que el me dio a mi?. Cuánto vale devolverle a una persona las ganas de vivir y el placer de comprarse ropa pudiendo elegir lo que desea y no lo que le “entra” descartando de plano modelos o texturas? Qué precio tiene encontrar a alguien que nos guíe para que podamos volver al camino del cual nunca deberíamos habernos apartado? Cómo podemos tasar el hecho de descubrir dentro de nosotros un enorme potencial y reconocernos capaces de tomar el control de nuestras vidas?
Siento que durante muchísimo tiempo estuve dentro de un laberinto similar al que había en el Italpark en los años 80. Un laberinto de espejos que me aterraba y al que sólo ingresaba si mi abuelo Víctor me acompañaba. En algunas oportunidades, impulsada por un rapto de valentía y madurez, recuerdo haberme animado a entrar sola con resultados nefastos. Era tan grande la angustia y la desesperación por no encontrar la salida que el miedo me paralizaba y me quedaba quieta en el lugar, con el rostro bañado en lágrimas, esperando que el abuelo viniera a rescatarme.
Hoy es el Doctor Máximo Ravenna quien supo oficiar de “salvador”, su método me iluminó y logró llevarme a la salida de un laberinto cruel. Espejos que sólo me devolvían la imagen de la discriminación, de la autoestima nula, de las vendedoras de ropa que con miradas socarronas y total falta de tacto anunciaban la no existencia de talles que pudieran ajustarse a mi cuerpo maltratado. En otro pasillo atinaba a encontrarme con los médicos inescrupulosos y sus preparados mágicos compuestos de diuréticos, hormona tiroidea y ansiolíticos. Un poco más allá estaban los grupos de “lamento” y una forma de comer poco natural que me llevaba a estar pendiente del reloj para cumplir con ingestas obligadas. También supe creer que los famosos comprimidos que “capturaban” la grasa para después eliminarla en la evacuación podrían mostrarme la anhelada puerta de escape. Dietas, dietas y mas dietas que se limitaban a señalar lo que debía comer pero ninguna atendió el aspecto psicológico que sostuvo una conducta inapropiada y mantenida a lo largo de todos estos años.
Fue su “fuego” Dr. Ravenna el que logró iluminarme de una vez y para siempre. Por los 27 kilos que bajé y los 16 que me faltan, sepa que me siento llama de ese fuego que usted logró encender en miles de personas. La misma llama que hoy enarbolo orgullosa, cual si fuera una antorcha olímpica, y no sólo para poder pasársela a quienes se encuentran en esta dolorosa situación, sino para ser una de sus fieles guardianas, evitando así que jamás se extinga.
FELIZ CUMPLEAÑOS! De todo corazón!

jueves, 13 de marzo de 2008




El hostel "La Casa Fitz Roy" y el VALE CLAVE
Parte 7

En el hostel la casa Fitz Roy (sitio donde había decidido hospedarme luego de no conseguir alojamiento en otro lugar) todo era jolgorio, la mayoría de los visitantes allí alojados eran oriundos de países desarrollados que venían a “estudiar español” con las rupias que les sobraban y en los ratos libres, que por cierto eran muchos, salían de juerga, bebían como cosacos y estrechaban lazos entre ellos. Yo era la única argentina, de hecho había tenido el privilegio de ser admitida por estar sola y por haber concurrido a la reina del plata con el fin de realizarme un tratamiento médico. A nuestros conciudadanos se le estaba vedado el ingreso debido a algunos “escruches” que supieron ocurrir en las habitaciones (recordemos que en estos sitios todo se comparte, las puertas generalmente permanecen sin llave y los huéspedes dejan a la vista todas sus pertenencias, que demás está decir, superan ampliamente en tecnología y calidad a las que podemos llegar a tener nosotros). A mi me habían dado la habitación mas alejada de la recepción, en virtud del motivo de mi estadía y para resguardarme de los ruidos que solían intensificarse durante los fines de semana (el grupo VALE CLAVE justamente se realiza en estos días). Yo compartía la habitación con dos chicas canadienses y su amigo gay (si, son mixtas) Madeleine, Scott y Paulina. Los dos primeros divinos, la segunda, que dormía en la parte de arriba de mi cucheta estaba totalmente desquiciada pero era inofensiva. Parecía una chica con un muy buen poder adquisitivo que salía por primera vez al mundo, se encontraba lejos del control parental y ansiaba acopiar la mayor cantidad de aventuras posibles en diez días. Mi único temor era que en una de esas noches salvajes su estómago no resistiera la ingesta de alcohol y terminara vomitando en la cama (recordemos que yo estaba abajo, abrazada a “La Telaraña Adictiva”, uno de los libros del Dr. Ravenna que supo acompañarme en esas noches). En un principio la comunicación con mis compañeros de cuarto era nula, más allá de las sonrisas de rigor y algún que otro saludo matutino, solamente una noche en la que Paulina entraba y salía buscando su I POD yo le grite “HERE!” señalando el aparato camuflado en medio de una pila de ropa. Ah porque eso si, mucho primer mundo pero los tres eran absolutamente desordenados. Yo me sentía un bicho raro (bueno, no me sentía, ERA), si bien se hablar inglés y me he desenvuelto satisfactoriamente en Londres y EE.UU. creo que los kilos que me acompañaban en esta ocasión hicieron que mi esencia, optimista y amigable, se ocultara invariablemente.
En el último día del VALE CLAVE yo pude sentir sin ninguna duda la semilla del cambio, mi humor y mi comportamiento se habían modificado definitivamente y si bien mi cuerpo seguía igual, estaba claro que no sucedía lo mismo con mi cabeza. El pensamiento de “flaca” se había apoderado de mí en forma inexorable. Ese Domingo, cuando regresé al hostel, después del cierre del grupo, hablé por primera vez con mis amables compañeros “I have a medical problem” les expliqué para que entendieran mis misteriosas idas y venidas a horarios que se contraponían absolutamente a los de ellos, compartí algunos momentos y hasta me saqué la foto que ilustra este blog con Madeleine, la canadiense. También recuerdo que esa mañana tuve mis primeros atisbos de “algo está cambiando”, en primer lugar me senté a desayunar y logré decirle NO sin problemas a las harinas que se exponían en la mesa junto a las jarras de jugos, café y leche. Luego, cuando me dirigía caminando a la clínica por la avenida Cabildo noté que algo extraño se había instalado en mi cara, una expresión olvidada y utilizada (a medias) sólo en ocasiones especiales, generalmente en aquellas en las cuales el protocolo lo exigía… este gesto, recuperado y saludable era una sonrisa. Genuina y desde adentro, pura y esperanzadora. De hecho, la muy impertinente había aflorado en forma incontrolable… y ahí estaba yo, desplazándome sola a las 8 de la mañana y mostrando mis dientes en todo su esplendor. Entre el hostel y la clínica había una panadería que solía torturarme con los aromas que despedía en cada una de mis pasadas, pero esa vez fue diferente: al mismo tiempo que pisé la vereda del local vislumbré a una señora que traía en sus brazos a un gatito con collar. Me pareció tan tierna la escena que decidí dedicarle esta sonrisa tan plena (y en apariencia injustificada) a la que le agregué un sonidito acorde: jejeje. La mujer me miró inquisidora, supongo que le parecí tonta, tal vez loca o sólo sintió que el hecho de sacar a pasear a su mascota no merecía semejante despliegue de molares, caninos e incisivos. Yo lo atesoré como “el” momento del click: milagro!, logré focalizar en el animalito, desplazar la atención de la panificadora terrorista y PUDE REIRME! Con ruido y todo!. Eso era FELICIDAD! Estaba contenta!!. Llegué a la clínica exultante, la alegría inundaba todo mi ser y el sentimiento de estar en el lugar que había buscado desde hacía tanto tiempo era tan poderoso e inobjetable que hoy por hoy me emociona el sólo pensarlo. Es que cuando el dolor de cargar durante años con el cuerpo inadecuado te llevó a golpear tantas puertas, a someter al organismo a restricciones brutales, a ingerir medicamentos de componentes dudosos y sobre todo a entregarte en cuerpo y alma a profesionales inescrupulosos en consultorios lúgubres, llegar a la clínica del Dr. Ravenna es comprar el boleto al paraíso. Es comenzar a transitar un camino seguro y construir sobre bases firmes el esquivo proyecto de la delgadez, ese que muchos nunca pudimos sostener porque nadie nos mostró el camino ni nos proveyó las herramientas.
El viaje se había puesto en marcha, y no sólo se trataba del regreso a Bahía Blanca…yo sabía positivamente que mi esencia, esa Virginia que se había perdido en algún recodo del camino, también estaba esperando.
Era sólo cuestión de tiempo….

martes, 4 de marzo de 2008

Ingresando a la Clínica. Parte 6

En pocos días se realizará por primera vez en la ciudad de Bahía Blanca el primer grupo VALE CLAVE (7, 8 y 9 de marzo), esta es una excelente noticia, tanto para mí como para quienes a partir de este encuentro intensivo se transformarán en pacientes del Centro Terapéutico. Personalmente, me recuerda invariablemente a mi primer acercamiento a la clínica, ya que fue bajo este marco como logré adherirme al método. Considero que es la mejor forma de hacer el CORTE, debido a que en pocos días se adquieren las herramientas necesarias para tomar DISTANCIA y familiarizarse con la MEDIDA. El grupo contiene, la actividad física divierte, los profesionales se ponen a disposición del paciente y uno llega al domingo a la noche, donde se cierra el encuentro, con la feliz sensación de haber realizado algo mucho más que productivo, por un lado priorizándose (para muchos después de mucho tiempo de no haberlo hecho) y por otro sabiendo que este es el lugar.
Retomemos mi relato abandonado por unos días. Cuando llegué a Zapata 121, previa experiencia funesta con la tienda coreana que carecía de prendas lo suficientemente amplias y frescas para paliar el calor porteño, caminé de esquina a esquina (pasando por la puerta de la clínica) dos o tres veces. No me animaba a entrar. A todo esto la temperatura seguía en ascenso, eran horas del mediodía y yo resistía estoica sin siquiera tener el vago pensamiento de despojarme de mi saco de lana con capucha. Una vez juntado el coraje necesario ingresé y me presenté en recepción. Luego de almorzar en el buffet y acercarme por vez primera no solo a lo que sería la medida de ahí en más, sino también a otros pacientes que se encontraban allí (me causó una muy grata impresión ver que las mesas se compartían) me dirigí al primer piso donde me esperaban varias consultas. Lo demás fue llenar varias planillas tendientes a verificar mi estado clínico y psicológico (según mi propia percepción obvio!) y esperar a ser atendida por los profesionales asignados. Mientras hojeaba algunas revistas en la sala de espera jugaba a adivinar cuales serian los médicos que me iban a tocar en suerte. Lo que nunca me imaginé, ni remotamente, fue que el primer galeno que iba a controlarme esa primera vez era un HOMBRE!. A hombre vamos a agregarle JOVEN. Y a joven BIEN PARECIDO como diría el doblaje de alguna película norteamericana. Cuando me llamó por mi apellido me quise morir o en su defecto esfumarme de la sala como por arte de magia, pero inmediatamente me tranquilicé: después de todo no se trataba de un examen ginecológico ni mucho menos. Bárbaro, luego de pensarlo un minuto sentí que estaba todo bajo control: yo iba con mi batería de análisis clínicos bajo el brazo, por lo tanto él seguramente se limitaría a tomar nota de los mismos, me preguntaría la dosis de hormona tiroidea que ingiero a diario y me daría los lineamientos generales de la cuestión clínica. Así sucedió en esa inolvidable tarde del 7 de Septiembre de 2007: charla, disipación de dudas, consejos varios… Tooodo muy lindo hasta que el Dr. Casanova (claro, cual otro podría ser su apellido!) me pidió que me sacara la ropa. WHAAAAAAAAAAAAAAT????? Quedarme en ropa interior??? NO WAY!!!! Delante de un HOMBRE?. Hacía demasiado tiempo que no lo hacia frente a mi pareja (ahora que lo pienso creo que NADIE, solo el espejo y yo a duras penas, hemos visto esa imagen). Si, si, ya se que este hombre es médico y que está acostumbrado a ver infinidad de cuerpos, pero a mi me resulto dificilísimo. El examen es exhaustivo, por lo cual tuve que pasar por la toma de medidas de TODA mi anatomía. Lo peor llegó cuando la revisación se detuvo en la zona prohibida: la panza! Fue peor que una tortura china!. Sáquenme a este tipo que no cesa de presionar y “amasar” como mi gato Rafael esa superficie a la que ningún mortal pudo acceder en décadas! Y menos aún de profanarla así, con tanto ímpetu!
De todas maneras, aunque para mi la experiencia se convirtió por unos minutos en una pesadilla, esto habla de la responsabilidad y el profesionalismo de quienes están al frente de estos controles, ya que el Dr. Casanova no me habló de la dieta hasta que no se cercioró de mi estado de salud.
Una vez completada la consulta médica correspondiente al área clínica, fue la Lic. Alejandra Raichuni (ídola total) quien me recibió en su consultorio para explicarme las pautas alimenticias mediante las cuales se rige la dieta, sacarme una foto (my god! Recuerdo haberme impresionado cuando la vi de reojo en la pantalla de la cámara digital) y realizarme el famoso estudio antropométrico. Informe necesario y completísimo que logra desasnarnos y darnos un detalle minucioso de nuestros metabolismos, absolutamente desconocido para la mayoría de nosotros. Vale destacar que la misma Lic. Raichuni fue quien realizó la gestión pertinente para que el Dr.Ravenna me recibiera en el momento a fin de darme su opinión acerca de mis extraños análisis de tiroides. En el lapso de dos meses, sendos estudios tendientes a medir la hormona TSH arrojaban resultados dispares e inexplicables. Entrar al consultorio del Dr. Ravenna fue algo así como tocar el cielo con las manos, totalmente distinto a cruzármelo en el pasillo de la radio, en mi ámbito, donde obviamente yo jugaba de local. Traspasar esa puerta fue hacer un sueño realidad, ni más ni menos. Recuerdan cuando les conté que en el 2005 había visto a Daisy May Queen en la tapa de la revista Unica mostrando su nuevo físico después de haber bajado 36 kilos con el Dr. Ravenna? Bueno, MI momento había llegado. Los planetas se habían alineado para que mi ilusión deje de serlo y se transforme en realidad… Máximo Ravenna y yo, escritorio por medio, desmenuzando mis análisis y explicándome claramente cuáles eran los pasos a seguir. Salí del habitáculo completamente extasiada, con una orden firmada por él para realizarme nuevos estudios en mi poder. Era más de lo que podía imaginar…Y eso que esto recién empezaba…