viernes, 1 de febrero de 2008

Preparando el viaje.
Parte 4

La mañana del 31 de Agosto fue radicalmente diferente, un sentimiento nuevo y movilizador me alborotaba el pecho. Recuerdo que mi jornada laboral se tiñó de esperanza y fue dedicada, prácticamente en su totalidad, a efectuar las llamadas de rigor para confirmar mi lugar en el famoso VALE CLAVE del 7 de Septiembre.
Con una rapidez inusitada reservé pasajes y organicé las cuestiones laborales. Faltaba definir un asuntito no menos importante: el alojamiento. Las chicas de la Clínica me habían pasado un listado de lugares situados en las inmediaciones, sólo que al estar prácticamente sobre la fecha algunos carecían de plazas disponibles y otros, excedían mi presupuesto. Lo extraño fue que nunca me inquieté, en el fondo sabía que ese tema se iba a resolver de una u otra manera. En la semana del viaje fui a visitar a mi amiga Silvina (oriunda de Capital Federal y por ende, gran conocedora). Obviamente surgió el comentario del hospedaje, y fue ella, ordenada y resolutiva como siempre, quien me sugirió la posibilidad de un hostel (alternativa muy utilizada básicamente por estudiantes extranjeros debido a su bajo costo y espíritu de camaradería). El consejo fue acompañado con una suerte de guía turística de la ciudad de Buenos Aires que Silvina guardaba “por si las moscas”. Allí, no solo aparecían algunas opciones, sino que había mapas que mostraban las ubicaciones en forma sencilla y muy grafica. La idea del hostel me gustó inmediatamente, ya que poco tiempo atrás había vivido esa experiencia en Paris y fue muy enriquecedora. Está claro que quien se decide por esta opción no debe tener problemas en compartir habitación y baño con desconocidos, en mi caso obviamente no los tenía ni los tengo, menos aun sabiendo que quienes eligen este modo de viajar tienen reglas de convivencia claras y una filosofía particular.
Después de estudiar la guía “Buenos Aires Night and Day” me decidí por “La Casa Fitz Roy” uns casona de estilo colonial de fines del siglo XIX, residencia de un personaje histórico, recientemente remodelada situada en Palermo Hollywood (Palermo Viejo) y ubicada a tan solo 7 cuadras (otra vez el numero mágico!) de la Clínica.
El viernes 7 a las 7 de la mañana arribé a la Terminal de Ómnibus de Retiro, me tomé un café y luego el subte para el hostel. A las 12.30 tenía que encontrarme con Sergio Erlij en el buffet de la clínica, por lo que me di una ducha y salí caminando por Avda. Santa Fe. El calor y la humedad eran insoportables, aun así yo lucia una remera larga de algodón y mi sacón de lana con capucha (negro, obvio!). En el camino encontré una casa de ropa (de dueños coreanos claro está, los únicos que se dignan a vender talles grandes) que mostraba en vidriera algunas prendas XL, la intención era ver si podía conseguir alguna indumentaria menos calurosa, ya que no tenía prevista semejante temperatura. La “odisea probador” volvió a repetirse sistemáticamente como en tantas otras oportunidades, me recuerdo acalorada y contrariada tratando de enfundarme en cualquier ropaje, sin distinción de telas o modelos, ya que lo único que me interesaba era la amplitud y el largo. Nada me convenció. Enojada (conmigo misma, el mundo y el coreano) retomé la marcha. A pocas cuadras de allí, y sin saberlo aún, en Zapata 121 me estaba esperando LA ULTIMA DIETA…

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