Ingresando a la Clínica. Parte 6En pocos días se realizará por primera vez en la ciudad de Bahía Blanca el primer grupo VALE CLAVE (7, 8 y 9 de marzo), esta es una excelente noticia, tanto para mí como para quienes a partir de este encuentro intensivo se transformarán en pacientes del Centro Terapéutico. Personalmente, me recuerda invariablemente a mi primer acercamiento a la clínica, ya que fue bajo este marco como logré adherirme al método. Considero que es la mejor forma de hacer el CORTE, debido a que en pocos días se adquieren las herramientas necesarias para tomar DISTANCIA y familiarizarse con la MEDIDA. El grupo contiene, la actividad física divierte, los profesionales se ponen a disposición del paciente y uno llega al domingo a la noche, donde se cierra el encuentro, con la feliz sensación de haber realizado algo mucho más que productivo, por un lado priorizándose (para muchos después de mucho tiempo de no haberlo hecho) y por otro sabiendo que este es el lugar.
Retomemos mi relato abandonado por unos días. Cuando llegué a Zapata 121, previa experiencia funesta con la tienda coreana que carecía de prendas lo suficientemente amplias y frescas para paliar el calor porteño, caminé de esquina a esquina (pasando por la puerta de la clínica) dos o tres veces. No me animaba a entrar. A todo esto la temperatura seguía en ascenso, eran horas del mediodía y yo resistía estoica sin siquiera tener el vago pensamiento de despojarme de mi saco de lana con capucha. Una vez juntado el coraje necesario ingresé y me presenté en recepción. Luego de almorzar en el buffet y acercarme por vez primera no solo a lo que sería la medida de ahí en más, sino también a otros pacientes que se encontraban allí (me causó una muy grata impresión ver que las mesas se compartían) me dirigí al primer piso donde me esperaban varias consultas. Lo demás fue llenar varias planillas tendientes a verificar mi estado clínico y psicológico (según mi propia percepción obvio!) y esperar a ser atendida por los profesionales asignados. Mientras hojeaba algunas revistas en la sala de espera jugaba a adivinar cuales serian los médicos que me iban a tocar en suerte. Lo que nunca me imaginé, ni remotamente, fue que el primer galeno que iba a controlarme esa primera vez era un HOMBRE!. A hombre vamos a agregarle JOVEN. Y a joven BIEN PARECIDO como diría el doblaje de alguna película norteamericana. Cuando me llamó por mi apellido me quise morir o en su defecto esfumarme de la sala como por arte de magia, pero inmediatamente me tranquilicé: después de todo no se trataba de un examen ginecológico ni mucho menos. Bárbaro, luego de pensarlo un minuto sentí que estaba todo bajo control: yo iba con mi batería de análisis clínicos bajo el brazo, por lo tanto él seguramente se limitaría a tomar nota de los mismos, me preguntaría la dosis de hormona tiroidea que ingiero a diario y me daría los lineamientos generales de la cuestión clínica. Así sucedió en esa inolvidable tarde del 7 de Septiembre de 2007: charla, disipación de dudas, consejos varios… Tooodo muy lindo hasta que el Dr. Casanova (claro, cual otro podría ser su apellido!) me pidió que me sacara la ropa. WHAAAAAAAAAAAAAAT????? Quedarme en ropa interior??? NO WAY!!!! Delante de un HOMBRE?. Hacía demasiado tiempo que no lo hacia frente a mi pareja (ahora que lo pienso creo que NADIE, solo el espejo y yo a duras penas, hemos visto esa imagen). Si, si, ya se que este hombre es médico y que está acostumbrado a ver infinidad de cuerpos, pero a mi me resulto dificilísimo. El examen es exhaustivo, por lo cual tuve que pasar por la toma de medidas de TODA mi anatomía. Lo peor llegó cuando la revisación se detuvo en la zona prohibida: la panza! Fue peor que una tortura china!. Sáquenme a este tipo que no cesa de presionar y “amasar” como mi gato Rafael esa superficie a la que ningún mortal pudo acceder en décadas! Y menos aún de profanarla así, con tanto ímpetu!
De todas maneras, aunque para mi la experiencia se convirtió por unos minutos en una pesadilla, esto habla de la responsabilidad y el profesionalismo de quienes están al frente de estos controles, ya que el Dr. Casanova no me habló de la dieta hasta que no se cercioró de mi estado de salud.
Una vez completada la consulta médica correspondiente al área clínica, fue la Lic. Alejandra Raichuni (ídola total) quien me recibió en su consultorio para explicarme las pautas alimenticias mediante las cuales se rige la dieta, sacarme una foto (my god! Recuerdo haberme impresionado cuando la vi de reojo en la pantalla de la cámara digital) y realizarme el famoso estudio antropométrico. Informe necesario y completísimo que logra desasnarnos y darnos un detalle minucioso de nuestros metabolismos, absolutamente desconocido para la mayoría de nosotros. Vale destacar que la misma Lic. Raichuni fue quien realizó la gestión pertinente para que el Dr.Ravenna me recibiera en el momento a fin de darme su opinión acerca de mis extraños análisis de tiroides. En el lapso de dos meses, sendos estudios tendientes a medir la hormona TSH arrojaban resultados dispares e inexplicables. Entrar al consultorio del Dr. Ravenna fue algo así como tocar el cielo con las manos, totalmente distinto a cruzármelo en el pasillo de la radio, en mi ámbito, donde obviamente yo jugaba de local. Traspasar esa puerta fue hacer un sueño realidad, ni más ni menos. Recuerdan cuando les conté que en el 2005 había visto a Daisy May Queen en la tapa de la revista Unica mostrando su nuevo físico después de haber bajado 36 kilos con el Dr. Ravenna? Bueno, MI momento había llegado. Los planetas se habían alineado para que mi ilusión deje de serlo y se transforme en realidad… Máximo Ravenna y yo, escritorio por medio, desmenuzando mis análisis y explicándome claramente cuáles eran los pasos a seguir. Salí del habitáculo completamente extasiada, con una orden firmada por él para realizarme nuevos estudios en mi poder. Era más de lo que podía imaginar…Y eso que esto recién empezaba…