jueves, 13 de marzo de 2008




El hostel "La Casa Fitz Roy" y el VALE CLAVE
Parte 7

En el hostel la casa Fitz Roy (sitio donde había decidido hospedarme luego de no conseguir alojamiento en otro lugar) todo era jolgorio, la mayoría de los visitantes allí alojados eran oriundos de países desarrollados que venían a “estudiar español” con las rupias que les sobraban y en los ratos libres, que por cierto eran muchos, salían de juerga, bebían como cosacos y estrechaban lazos entre ellos. Yo era la única argentina, de hecho había tenido el privilegio de ser admitida por estar sola y por haber concurrido a la reina del plata con el fin de realizarme un tratamiento médico. A nuestros conciudadanos se le estaba vedado el ingreso debido a algunos “escruches” que supieron ocurrir en las habitaciones (recordemos que en estos sitios todo se comparte, las puertas generalmente permanecen sin llave y los huéspedes dejan a la vista todas sus pertenencias, que demás está decir, superan ampliamente en tecnología y calidad a las que podemos llegar a tener nosotros). A mi me habían dado la habitación mas alejada de la recepción, en virtud del motivo de mi estadía y para resguardarme de los ruidos que solían intensificarse durante los fines de semana (el grupo VALE CLAVE justamente se realiza en estos días). Yo compartía la habitación con dos chicas canadienses y su amigo gay (si, son mixtas) Madeleine, Scott y Paulina. Los dos primeros divinos, la segunda, que dormía en la parte de arriba de mi cucheta estaba totalmente desquiciada pero era inofensiva. Parecía una chica con un muy buen poder adquisitivo que salía por primera vez al mundo, se encontraba lejos del control parental y ansiaba acopiar la mayor cantidad de aventuras posibles en diez días. Mi único temor era que en una de esas noches salvajes su estómago no resistiera la ingesta de alcohol y terminara vomitando en la cama (recordemos que yo estaba abajo, abrazada a “La Telaraña Adictiva”, uno de los libros del Dr. Ravenna que supo acompañarme en esas noches). En un principio la comunicación con mis compañeros de cuarto era nula, más allá de las sonrisas de rigor y algún que otro saludo matutino, solamente una noche en la que Paulina entraba y salía buscando su I POD yo le grite “HERE!” señalando el aparato camuflado en medio de una pila de ropa. Ah porque eso si, mucho primer mundo pero los tres eran absolutamente desordenados. Yo me sentía un bicho raro (bueno, no me sentía, ERA), si bien se hablar inglés y me he desenvuelto satisfactoriamente en Londres y EE.UU. creo que los kilos que me acompañaban en esta ocasión hicieron que mi esencia, optimista y amigable, se ocultara invariablemente.
En el último día del VALE CLAVE yo pude sentir sin ninguna duda la semilla del cambio, mi humor y mi comportamiento se habían modificado definitivamente y si bien mi cuerpo seguía igual, estaba claro que no sucedía lo mismo con mi cabeza. El pensamiento de “flaca” se había apoderado de mí en forma inexorable. Ese Domingo, cuando regresé al hostel, después del cierre del grupo, hablé por primera vez con mis amables compañeros “I have a medical problem” les expliqué para que entendieran mis misteriosas idas y venidas a horarios que se contraponían absolutamente a los de ellos, compartí algunos momentos y hasta me saqué la foto que ilustra este blog con Madeleine, la canadiense. También recuerdo que esa mañana tuve mis primeros atisbos de “algo está cambiando”, en primer lugar me senté a desayunar y logré decirle NO sin problemas a las harinas que se exponían en la mesa junto a las jarras de jugos, café y leche. Luego, cuando me dirigía caminando a la clínica por la avenida Cabildo noté que algo extraño se había instalado en mi cara, una expresión olvidada y utilizada (a medias) sólo en ocasiones especiales, generalmente en aquellas en las cuales el protocolo lo exigía… este gesto, recuperado y saludable era una sonrisa. Genuina y desde adentro, pura y esperanzadora. De hecho, la muy impertinente había aflorado en forma incontrolable… y ahí estaba yo, desplazándome sola a las 8 de la mañana y mostrando mis dientes en todo su esplendor. Entre el hostel y la clínica había una panadería que solía torturarme con los aromas que despedía en cada una de mis pasadas, pero esa vez fue diferente: al mismo tiempo que pisé la vereda del local vislumbré a una señora que traía en sus brazos a un gatito con collar. Me pareció tan tierna la escena que decidí dedicarle esta sonrisa tan plena (y en apariencia injustificada) a la que le agregué un sonidito acorde: jejeje. La mujer me miró inquisidora, supongo que le parecí tonta, tal vez loca o sólo sintió que el hecho de sacar a pasear a su mascota no merecía semejante despliegue de molares, caninos e incisivos. Yo lo atesoré como “el” momento del click: milagro!, logré focalizar en el animalito, desplazar la atención de la panificadora terrorista y PUDE REIRME! Con ruido y todo!. Eso era FELICIDAD! Estaba contenta!!. Llegué a la clínica exultante, la alegría inundaba todo mi ser y el sentimiento de estar en el lugar que había buscado desde hacía tanto tiempo era tan poderoso e inobjetable que hoy por hoy me emociona el sólo pensarlo. Es que cuando el dolor de cargar durante años con el cuerpo inadecuado te llevó a golpear tantas puertas, a someter al organismo a restricciones brutales, a ingerir medicamentos de componentes dudosos y sobre todo a entregarte en cuerpo y alma a profesionales inescrupulosos en consultorios lúgubres, llegar a la clínica del Dr. Ravenna es comprar el boleto al paraíso. Es comenzar a transitar un camino seguro y construir sobre bases firmes el esquivo proyecto de la delgadez, ese que muchos nunca pudimos sostener porque nadie nos mostró el camino ni nos proveyó las herramientas.
El viaje se había puesto en marcha, y no sólo se trataba del regreso a Bahía Blanca…yo sabía positivamente que mi esencia, esa Virginia que se había perdido en algún recodo del camino, también estaba esperando.
Era sólo cuestión de tiempo….

3 comentarios:

Bere dijo...

Que bueno eso del click, ahi esta la clave de todo,muy bien explicado, le voy a decir a mama que te lea, ella tambien quiere ir a Ravenna cuando vuelva a Bahia.
Gracias por compartir tu experiencia!

Blonda dijo...

Que linda esxperiencia ese hostel!!

Lo que me genera mucha intriga es lo que pasa en ese Vale Clave! Magia? Milagro? Leerte es automaticamente pensar "Quiero eso!" jajaaj

Soy reiterativa, pero espero ansiosa el próximo capitulo!

Besos!

Anónimo dijo...

Hola a todos!

Soy el dueño del Hostel La Casa fitz Roy(Fitz Roy 2461).
Me alegra que tu experiencia haya sido interesante.Escribo solo para hacer un comentario: solo limitamos el acceso de compatriotas sin DOCUMENTOS validos, por malas experiencias.
Con documentos validos, todo el mundo es bienvenido anustra pequeña ONU en Bueños IAres.
Un saludo grande, y felicitaciones Virginia.

Atte.

Gari